BLANCO SOBRE BLANCO
La historia y sus analogías (Texto 2)
Érase una vez la que se dejó querer y dijo sí. La que lucía blanca y dejó de serlo, porque en algún momento dijo no.
Es recuerdo porque fue y ya no es, porque no quiso, y si no quería no convenía, no inspiraba respeto, no era digna, solo un objeto, un blanco, su blanco.
Sin esperarlo surgió el Recelo, la inquietud y el deterioro, y de su desgaste la rotura, todavía controlada, doblegada. Y de la incomprensión hacia la pérdida, la desconfianza; y con la sospecha, el rechazo, de quien receló y de quien se sospechó, y de su encuentro el desencuentro, el enfrentamiento; y de él el Germen, el principio del fin. Y se instaló la oscuridad, conteniendo la semilla de la intranquilidad, que inevitablemente creció y desarrolló su mal, su patógeno, la enfermedad.
Del temor dependerá su estado. Discreto, proporcional a su poder, y El arte del silencio recaerá sobre el reflejo de quien teme, y de quien hacer temer.
Y perderán su fuerza los Sueños contenidos. Su brillo, su luz. Mermarán hasta perecer con el tiempo, ante su olvido. Y si antes o después la ira se descontrola, de la demostración de su dominio la Perturbación del sueño, de su rabia el resultado.
Del sueño lastimado desaparecerá la luz. La esencia contenida se sumirá en la tristeza, dejará cabida sin querer a la oscuridad, su oscuridad; y la Evidencia siempre al acecho, junto a su lecho, a pesar de su despecho, preparada para rodar, rodar y voltear, voltear y dañar. Derribar a la presa, a la prisionera.
Y sin descanso su Obsesión, a la que volver una y otra vez, por propia satisfacción, una y otra vez, sin explicación.
Y ante la Debilidad se fortalece la oscuridad, ejerciendo mayor presión, haciéndola más vulnerable al temor, y de su querencia el mayor riesgo, el compartido con el fruto de su ser. Y por creerse más segura, y culpable, mantenerse más sumisa, por sentirse responsable.
En una Distopía constante, vejada una y otra vez, despojada de todo, alejada de todos. Consciente de su Privación, de su decadencia, a su soledad acechaba el declive, la destrucción. Y aun así dar hasta no poder más, Hasta la saciedad, aunque marchitara y pereciera en el intento, ante la pena de su cautiverio, en su hogar, su tormento.
Condenada sin luz ofrecía su bien, soportaba su mal, resignada, hasta su último aliento, porque su generosidad no entendía de humillaciones. Su unión era mayor que el dolor y la insatisfacción. Ligada a su desventura, a la desesperación, pues cualquier excusa validaba la manipulación.
Una mirada al infinito bastaba. Los fantasmas crecían, como avispas, incluso del vacío, y traían con ellas Tiempo de nieves y ventiscas.
Sabía que si resquebrajaba todo lo que soportaba caería, y si rompía, sufrirían su fractura. Y desgastada, debilitada y agrietada suplicaba, y pensaba: si Yo craquelo, tú craquelas... y la verdad se sabrá, nuestra verdad.
Y calló, menospreciada, enmudecida por el disparate, como un objeto inservible, a la deriva. De blanco puro a blanco denostado.
Y los Fragmentos cada vez más abundantes, más cortantes, más incomponibles. La pérdida de su voluntad ya irreversible.
Sus pedazos y astillas más insoportables, sin pausa, y así siempre. En busca incesante de su Buen provecho, para poder digerir, moliendo sin parar los obstáculos de la oscuridad. Una y otra vez, y así siempre. Y a cuanta más fatiga más a moler. Y para no decaer, para digerir, soportar y continuar.
Y es que ser la buena esposa era solo un ideal, una quimera, una ilusión, pues la oscuridad no entendía de luz. Y a su pesar, siempre a mano el manual, para su control, su corrección. Y del Ideario lo que se supone que se poseía: pureza, mesura, docilidad y amor, pero no bastaron, nunca se buscaron.
Resistir sin cesar, sin dejar rastro, aunque no siempre es posible, antes o después la certeza se hace visible, sale a la luz.
¿Y si alguien se alza y atento la observa y la guía, como un Vigía?, pero, ¿y si nunca tan cerca como quien la desafía?, ¿nunca tan protector como su captor?
¿Y si no?, ¿dejarla sin más entre las sombras de la oscuridad?, ¿renunciar a la luz?, ¿a su brillo, a su esplendor?…
Y algunas veces, colorín colorado, porque a veces no hay retorno, llega el fin y el cuento acaba sin final feliz.
El Blanco tornado en rojos rosados, azules morados y amarillos verdosos.
Y tras el último golpe se tiñe de sangre, se suma a la lista de blancos derribados, y la oscuridad vuelve a ganar la partida, a apagar una luz, a acabar con otra vida.
Y de una de ellas, Marisa, y a todas ellas, mi Blanco sobre blanco.